Comentario del Evangelio - VI Domingo Ordinario. Consejos del Señor. Hablar bien. Mt 5, 17-31 | 12.2

Consejos del Señor. Hablar bien: "Benedicencia"

Vamos a reflexionar en el Evangelio de San Mateo que, como dice San Pablo en la carta a los corintios, nos expone una sabiduría que ...
no es ni de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Pues bien, ¿en qué consiste esta sabiduría? En saber dirigir nuestra vida de cara a la eternidad.

El cristiano está llamado a ser sal de la tierra y luz de mundo, dice Jesús, “para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos”. Hoy la Palabra de Dios da un paso más y aterriza, concretiza nuestro testimonio en el mundo. Como hemos escuchado, son muchos los consejos que nos da el Señor. La raíz, el común denominador de todos es la caridad.

En el Oficio de Lectura de ayer sábado leía una homilía sobre la preeminencia de la caridad: “Cualquier género de vida, cualesquiera que sean sus prácticas o su porte exterior, mientras busquemos sinceramente el amor de Dios y el amor del prójimo por Dios, será agradable a Dios. La caridad ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están. Ella es el principio por el cual y el fin hacia el cual todo debe ordenarse. Nada es culpable si se hace en verdad movido por ella y de acuerdo con ella. (De los sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella (Sermón 31: PL 194,1292-1293)

Vamos a reflexionar en uno de los consejos que el Señor nos da y que implica muchísima radicalidad. A veces pensamos en sacrificios o cosas extrañas y no nos damos cuenta de que lo que el Señor quiere es misericordia y no sacrificios. Al final del Evangelio nos dice: “Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del maligno”.

Santiago tiene una carta muy breve, cinco capítulos. Nos dice que quien domina su lengua es varón o mujer perfecto. ¡Cuánto nos cuesta dominar este miembro tan pequeño y qué tanto bien puede hacer, pero también cuánto daño puede causar al prójimo! Las palabras dichas no vuelven… por más que digamos: perdona que se me ha escapado… no lo quería decir, pero lo he pensado… lo he dicho…

Somos una cultura que tendemos a hablar mal, a criticar, nos gusta hacer leña del árbol caído, encontramos un gustillo y a veces nos regodeamos en la critiquilla o en la crítica. Cuánto falta le hace a nuestra sociedad hablar con franqueza, verdad, realismo, que no pesimismo. Me llama la atención que nuestra cultura aprueba el hablar mal. Si miramos el diccionario vemos que se aprueba la palabra maledicencia, que es hablar mal, sin embargo, su antónimo que sería “benediciencia” no está aprobada y no aparece en el diccionario. Se aprueban las palabras que reflejan conceptos que se usan en la vida cotidiana.

En el Paraíso, Adán no responde a la pregunta “Dónde estás…”, luego le echa la culpa a Eva, Eva a la serpiente… al final nadie tuvo la culpa y desde que se inventaron las disculpas, se acabaron los tontos.

En fin, seamos cristianos que alabamos con nuestra lengua a Dios Nuestro Señor y también al prójimo. Corrijamos al prójimo cuando haya que hacerlo, pero con caridad y bondad. Que nuestro hablar sea sí sí, no no. Esta actitud implica la sabiduría propia de las almas que se dejan tocar por el Espíritu de Dios.



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